“Los Estados Unidos están proporcionando actualmente muchas dosis de vacuna a otros países, entre ellos Filipinas como regalo. Pero también lo hacen porque hay muchas dosis que están a punto de caducar.” (Hombre, Filipinas)
El acceso a las vacunas varía enormemente. Mientras que algunos países están levantando sus restricciones gracias al crecimiento del número de personas vacunadas en su territorio, otros países están confrontados a un aumento de casos y de muertos. En la mitad de junio de 2021, menos del 1% de la población del continente africano había sido vacunada.[1]
Esta desigualdad de acceso a las vacunas se agrega al crecimiento general de las desigualdades que la pandemia ha provocado desde su inicio: desigualdades fundadas en la edad, el sexo, la nacionalidad y la riqueza. Irónicamente, esta desigualdad de acceso a las vacunas conduce a una desigualdad aún más grande: además de los riesgos de salud para los que disponen de menos vacunas, el virus sigue afectando sus sociedades y sus economías.
Frente a esta realidad, recordamos las declaraciones políticas de 2021 prometiendo un escenario bien diferente. Entre otras la promesa de la presidenta de la Comisión europea que hablaba de la vacuna contra la Covid-19 como de “nuestro bien común universal”[2]. Declaró esto mientras anunciaba una “respuesta mundial al coronavirus”. El mecanismo COVAX fue creado sobre la base de ese principio de solidaridad mundial y de humanidad común, con el objetivo de una distribución equitativa de las vacunas, comenzando por la vacunación de un 20% de la población de cada país. Sin embargo, evidentemente esto no ha funcionado, debido a la falta de dinero de COVAX y más aún por el hecho de que los países han concluido sus propios contratos con las empresas farmacéuticas.[3]