8 de marzo 2021, Jornada internacional de la mujer: Para la JOCI, “Las jóvenes están en la vanguardia del cambio”

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No hay nada muy diferente en la celebración del Día Internacional de la Mujer este año, sino que la situación es aún hoy más precaria y que afecta a muchas jóvenes trabajadoras.  Antes de la pandemia del Covid-19, las jóvenes trabajadoras ya sufrían. Sus condiciones en los lugares de trabajo hicieron que muchos de sus derechos fueran olvidados o violados.  Con la crisis del Covid-19, las jóvenes trabajadoras en particular son más afectadas, no solamente a nivel de los riesgos sanitarios, sino igualmente a nivel del impacto económico.

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La pandemia ha agravado las desigualdades existentes. Debemos analizar sus consecuencias tanto para los hombres como para las mujeres, sin olvidar los factores como la etnia, la nacionalidad, la riqueza y la religión.

El porcentaje de muertes por el Covid-19 es más elevado en los hombres.  Las causas hay que buscarlas en las diferencias inmunológicas como también en los hábitos de comportamiento arraigados en la cultura y la educación, tal que una menor atención a los cuidados médicos, una mayor tendencia al sobrepeso, un menor lavado de las manos y una proporción más elevada de fumadores masculinos.

A causa de la segregación horizontal en el mercado de trabajo, las consecuencias de la crisis económica para los hombres y las mujeres pueden diferir en función del sector el más afectado.  En la crisis económica actual, las mujeres están fuertemente afectadas.

Según la OIT, cuatro sectores están particularmente expuestos a la reducción de empleos y del tiempo de trabajo: los servicios de hostelería, las actividades comerciales y administrativas, la industria manufacturera y el comercio mayorista y minorista. Todos esos sectores presentan una parte más importante de mano de obra femenina. Un porcentaje elevado de mujeres empleadas en esos sectores, viven en países con un ingreso elevado y un ingreso medio superior. Sin embargo, la interrupción de los canales de valor mundiales afecta los empleos manufactureros en los países con ingresos bajos que ocupan los trabajadores subalternos, y la industria de la confección que emplea muchas mujeres.

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El trabajo doméstico es otro sector que absorbe una grande parte del empleo femenino.  La Covid-19 expone las trabajadoras domésticas a riesgos para su salud a causa de una protección insuficiente en el trabajo, medidas de confinamiento y la dificultad de dejar el domicilio de su empleador; también corren el riesgo de perder su empleo y, en el caso de los trabajadores domésticos migrantes, el riesgo es muy grande de encontrarse bloqueados en el país de acogida debido al cierre de las fronteras.

En los sectores relacionados a los cuidados, que incluyen la educación, la ayuda social y los cuidados de salud – caracterizados por largas horas de trabajo, contratos precarios, bajos salarios y niveles de organización – la mayoría de los trabajadores son mujeres.  Los trabajadores de la salud están evidentemente en primera línea de la pandemia:  están confrontados a horarios de trabajo aun más largos y a riesgos elevados de infección a causa de una protección insuficiente y de un estrés intenso cuando están en contacto directo con los enfermos.  La violencia y la estigmatización contra   los trabajadores de la salud ha aumentado.  Muchos trabajadores de la salud en los países con ingresos elevados y medianos son trabajadores migrantes, lo que puede poner aun más en peligro los países donde el sistema de salud es frágil.

El mercado de trabajo sufre igualmente de una segregación vertical.  Las mujeres están subrepresentadas en los puestos de dirección en el trabajo y en la sociedad.  Esto se refleja en los «grupos de trabajo Corona» al interior del que los hombres - que pertenecen a menudo a un grupo social dominante – tienen el monopolio.

Además de los sectores, es evidente que el tipo de trabajo determina también la vulnerabilidad.  Los trabajadores informales, los independientes y los trabajadores temporales corren especial riesgo de perder su empleo o su ingreso a causa de la Covid-19.  Las mujeres están fuertemente representadas en ese tipo de trabajo.  El confinamiento, el toque de queda y la suspensión de los pedidos provenientes de otros países supone una fuerte disminución o una perdida total de los ingresos para los trabajadores informales mientras que la seguridad social es inexistente.  Para algunos, esto significa la obligación de continuar trabajando, arriesgando ser infectado.  42% de las mujeres de la economía informal trabajan en los sectores de riesgo antes mencionados.

Un número considerable de horas de trabajo son efectuadas cada día sin la menor remuneración y son a menudo apenas reconocidas como trabajo, por ejemplo las tareas no remuneradas como la limpieza, la cocina y el cuidado de los niños y de las personas adultas.  Las mujeres consagran más del doble de horas que los hombres a los trabajos de cuidados no remunerados.  La pandemia ha aumentado la carga de trabajo ligada a los cuidados a causa del cierre de las escuelas/guarderías, de la no-disponibilidad de trabajadores domésticos y de la necesidad de ocuparse de los enfermos.  Para los padres que hacen teletrabajo, conjugar trabajo y cuidado de los niños es un desafío, en particular para los padres solos, a menudo madres solteras.  Las dificultades de las trabajadoras informales de combinar sus responsabilidades en materia de cuidado de los niños y su participación al trabajo han aun aumentado, llevando a una pérdida de ingresos.

La contribución importante de las mujeres a la sobrevivencia de una familia no garantiza su participación en la toma de decisiones al interior de la familia.  En efecto, los niveles de influencia de las mujeres a ese nivel varían considerablemente de una sociedad a la otra.  La violencia doméstica, bien que afecta a la vez a los hombres y a las mujeres pero mayoritariamente a las mujeres ha aumentado a raíz de las medidas de confinamiento.

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Los gobiernos han tomado medidas para reaccionar a las consecuencias de la crisis. Sin embargo, es claro que esto no puede impedir un aumento global de las desigualdades:  la segregación vertical y horizontal del trabajo, la desigualdad de salarios y la repartición desigual del trabajo de cuidados no remunerados entre los sexos. Todas esas desigualdades están relacionadas a la discriminación, que podrá aun aumentar.  Esas desigualdades y los estereotipos subyacentes tienen consecuencias negativas para toda la humanidad, no solamente para las mujeres.  Un ejemplo evidente del impacto negativo en los hombres es la mortalidad más elevada debido al Corona igualmente causada por la falta de cuidado de los hombres de su propio cuerpo.

Juzgar

Como movimiento, nos oponemos a toda forma de esclavitud y de discriminación porque creemos en Dios que ha liberado los esclavos.  La realidad que vivimos contradice este valor de libertad por que limita las opciones de hombres y mujeres.

Creemos igualmente en el Dios de la Justicia: La Tora protege los pobres y los débiles.  Esos derechos sociales deben ser respetados.  Jesús compartió una parábola de Dios que, como juez, hará justicia a sus elegidos “que claman a él día y noche” 5 LC 18:6-7). La realidad que vemos contradice este valor de justicia, porque vemos una desigualdad de opciones en el empleo remunerado y en la sociedad para todos los seres humanos. Ninguna justificación ética puede explicarla brecha salarial entre los hombres y las mujeres ni el acceso desigual a un trabajo digno.

El papa Francisco señalo la relación entre la violencia física y verbal hacia las mujeres y la desigualdad de acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones. Como Iglesia católica, deberíamos alegrarnos de la desaparición de las discriminaciones a causa de “la igual dignidad entre el hombre y la mujer”. (Amoris Latitia 54)

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Los seres humanos están llamados a unirse a Dios y a actuar como sus mensajeros para realizar el reino de Dios en la tierra, para extender la justicia y la paz. Si los humanos no lo logran, Dios no intervendrá en la tierra ya que se nos ha dado el libre albedrio. Esta tarea fundamental debe ser cumplida a través de cada acción que desarrollamos. En cuanto, el trabajo humano se hace una misión. Ese carácter del trabajo como misión no puede estar separado de la dignidad y de la responsabilidad: los seres humanos no deben actuar contra sus valores haciendo su trabajo. Esto puede constituir un desafío grande en la realidad actual si, por ejemplo, un trabajador de la salud se siente responsable de prodigar cuidados de calidad a un paciente, pero que no dispone del tiempo necesario para hacerlo. Como lo muestra este ejemplo, para que los seres humanos puedan cumplir su misión, deben ser conscientes. Por otra parte, nuestras condiciones de vida y nuestro medio ambiente: deben ser dignos y permitir la responsabilidad, entre ellas la seguridad y en numerosos casos es un requisito previo. Sin embargo, la realidad contradice este valor porque vemos la precariedad y la informalidad que provocan la inseguridad de los trabajadores y contradicen la imagen de Dios.

Una visión más profunda sobre el trabajo de cuidados revela otras contradicciones. Su pertinencia fáctica es- no solamente en la crisis actual, sino quizás hoy más que nunca - evidente. Su pertinencia ética se manifiesta en la comprensión del trabajo como una contribución a la creación, como el cuidado de los otros, de nuestra comunidad y de nuestra tierra, lo que implica una dimensión humana de los cuidados. Deberíamos todos cuidar los unos de los otros y trabajar juntos de manera creativa. Los cuidados no pueden ser atribuidos a un grupo particular.

El “trabajo” debe ser respetado y debemos cuidar de la Tierra. En consecuencia, el trabajo de cuidados debe ser valorizado como una manera de cumplir nuestra misión, como una participación a la creación de Dios, y entonces como un verdadero trabajo. Sin embargo, si vemos el sistema actual, vemos que muchas formas de trabajo de cuidados (remunerado y no remunerado) son apenas reconocidos como trabajo. Las condiciones de trabajo y los salarios muestran igualmente una valoración, o en ese caso una falta de hecho de valorización. Por el contrario, vemos un trabajo que no contribuye a la naturaleza o a lo humano, como el trabajo en las industrias de armas y de municiones, relacionado a condiciones de trabajo y un reconocimiento financiero mucho mejor que el trabajo de cuidados remunerado, sin hablar de horas cruciales pero invisibles consagradas al trabajo de cuidados no remunerado.

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Ese sistema se muestra no solamente ilógico porque desacredita los empleos necesarios para garantizar su propia continuidad: un sistema basado sobre una tal valorización misántropa es en sí claramente inhumana.

Es necesario entonces transformarlo para hacerlo más justo y digno colocando el trabajo de cuidados al centro de ese sistema.

Actuar

Esta jornada internacional de la mujer es la ocasión para nosotros de tomar la palabra y de expresar nuestra resistencia frente al tratamiento injusto de las mujeres en todas las capaz de nuestra sociedad. Debemos reavivar el espíritu entusiasta de los jóvenes trabajadores para que apoyen las luchas de las mujeres.

Es necesario fortalecer el llamado cultural para desarrollar la conciencia de las desigualdades, para hacer tomar consciencia que el trabajo de cuidados tiene una dimensión humana y que cada uno debe participar. Se trata de una cuestión de modelos culturales como también de protección social y de “cultura del empleo”.  Con el fin de dar a cada uno y cada una la posibilidad de participar a un trabajo de cuidados no remunerado, las sociedades tienen quizás necesidad de instaurar una reducción de horas de trabajo remuneradas para todos.

Es evidente que los gobernantes y el sector privado deben actuar para una mayor igualdad entre los géneros. Las medidas tomadas por los Estados pueden consistir a formarse a las convenciones de la OIT en materias, como la n°100 sobre la igualdad de remuneración y la n°111 sobre la discriminación (empleo y profesión). De otra parte, los gobernantes deberían estar motivados a ratificar la convención de la OIT sobre la violencia fundada en el sexo en el mundo del trabajo n°190), especialmente, garantizando su aplicación rigurosa.

Una protección social justa es necesaria en el mundo entero. Esto implica condiciones de trabajo dignas como también la instauración de una red de seguridad para todas y todos.  La protección social debe ser organizada de manera solidaria. Todo el mundo debe contribuir, incluidas una gran proporción de las empresas trasnacionales.

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Los gobernantes deben estar motivados y obligados a mejorar seriamente las condiciones de trabajo, incluidos los salarios, y los derechos de representación de los trabajadores en los servicios de salud. No es suficiente evidentemente de aplaudir en los balcones o de expresar elogios públicos, sino la pertinencia factual y ética del trabajo de cuidados debe traducirse en condiciones de trabajo dignas.

Los sindicatos, las organizaciones de la sociedad civil, las ONG y las instituciones de la Iglesia deben continuar a organizar los trabajadores informales y las trabajadoras de cuidados cerca de la informalidad, mientras que los gobiernos deben seguir la Recomendación 204 y formalizar el trabajo informal. Medidas importantes deben ser tomadas para reglamentar el mercado de trabajo y lograr un trabajo digno en lugar de tantas formas de trabajo precario existente en el mundo entero, en particular para los jóvenes y las mujeres.

Sin embargo, todo esto no puede impedir a cada uno y cada una de comprometerse en una reflexión profunda: ¿cómo podemos hacer para que esta interrupción actual de los procesos económicos y de los canales de valor mundiales sea la ocasión de una transformación en una economía mundial respetando la dignidad de cada uno?